Hace ya varias décadas que se ha hecho una suerte de máxima de conducta aquello de: "la vergüenza pasa; el beneficio queda" y que tuvo su auge en los gobiernos dependientes o neoliberales donde la "coimisión", los "gastos reservados", los negociados se distribuían en función de los intereses de los partidos o las mezquindades que se manejaban desde la embajada y que se distribuían igual entre acérrimos derechistas que izquierdistas, entre demócratas o simpatizantes de tiranos.
Hacer una lista de los actos de corrupción en la administración del Estado en Bolivia, sería de nunca acabar porque habría que registrar desde las latas de manteca de nunca hubieron, las palas para cereales que se compraron para las minas hasta las coimas que se recibieron para la privatización de recursos y empresas estatales; pero son, digamos, hechos menores aunque sus beneficios se cuenten en millones de dólares. Porque lo más signiticativo de la corrupción ha sido la dependencia misma, es decir, el haber entregado el destino de los bolivianos a los vaivenes de la política internacional norteamericana y que manejaba lo mismo a los adictos al capital como a los enemigos de él; no por nada, si analizamos la historia sin anteojeras, nos encontraremos que muchas veces han hecho cogobierno o se han peleado por lo mismo: el dinero.
También en el ámbito internacional la corrupción cabalga sin que nadie trate siquiera de detener su bestialidad; porque está tanto en el espionaje internacional como en la imposición de recetas económicas a los países subdesarrollados que los hegemónicos rechazarían por ser venenosos y la comprobación está en la política generada en el FMI y el BM, que sólo se impuso entre los débiles.
Y ni qué decir que las mentiras o la desinformación que se maneja para invadir países y apropiarse de sus recursos naturales o de las corporaciones internacionales que acaparan la industria, la ciencia y la tecnología y las han vuelto usureras o esa plaga que Francisco denunció ayer nomás.
La corrupción sigue siendo el caballo que cabalga en el planeta libremente y ya no sabemos si corresponde al de Troya o es uno de los anunciados en el apocalipsis; porque así sean unas monedas que los pobres recogen del banquete de los ricos o que los grandes exprimen de los débiles; la vergüenza pasa o se olvida fácilmente, especialmente cuando se manipula los medios de información, pero el beneficio queda.
El que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario