Mucho se ha dicho y todavía se va a decir, respecto al fallo de La Haya en el tema fronterizo entre Perú y Chile; dentro de estas opiniones rescatamos una de un parlamentario del Mapocho que afirma "Perú no ganó todo lo que podía ganar y Chile no perdió todo lo que podía perder" que, en resumidas cuentas, nos da la tónica del fallo mismo y el carácter salomónico que algunos le atribuyen.
El caso boliviano es completamente diferente pues, si se presentan las cosas como deben, no es una simple cuestión de límites sino de justicia que hay que aplicar desde que empezó la guerra del Pacífico hasta cómo terminó y se arrastró en tratados impuestos al calor de las armas.
Si se analizan las cosas como corresponde hay que involucrar en el tema al Imperio Inglés pues no fueron otros los intereses que los oligarcas chilenos defendieron e impusieron y no hay otro modo de calificar la acción más que como una guerra de conquista, de expansión territorial y de usurpación y, entonces, hay abundantes antecedentes en el mundo entero de territorios que fueron devueltos a sus legítimos dueños y la denuncia del Tratado de 1904, sus orígenes y consecuencias, son irrefutables no sólo al calor del derecho sino también de la historia y la justicia.
Si quienes están a cargo de la presentación de la demanda lo hacen con el amplio espíritu de justicia y reivindicación, no pueden equivocarse; pero si actúan en medio de miedos o presiones de logias, partidos u otros intereses, la incertidumbre puede ser fatal porque la historia misma nos enseña cómo fueron ignoradas advertencias de personas responsables y patriotas y, cuando ya no se podía hacer otra cosa, la guerra misma se trocó en derrota porque las autoridades nacionales, algunas de ellas comprometidas con otros intereses que los de la patria, sabotearon la defensa del patrimonio nacional y torpedearon la compra de valioso material bélico que, finalmente, fue a parar al enemigo.
Es, además, una muy buena ocasión para que muchos historiadores rectifiquen lo copiado, pongan en su debida dimensión a varios personajes y todos los bolivianos recuperemos ese sentimiento perdido de patria que nos arrebataron los logieros, los sectarios, los nuevos felipillos que tanto abundaron en los entornos donde el poder de la intermediación se jugaba y se sigue jugando.
Como no es posible hablar de meses sino de años; paralelamente, debiéramos hacer una revisión de la historia oficial para descubrir la verdadera, fuera de esas interpretaciones caprichosas e influenciadas por supuestas ayudas o solidaridades partidistas que no vienen al caso.
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