Con motivo de la supuesta recreación del Estado boliviano, se ha escuchado no sólo al primer mandatario sino a otras autoridades y personas hacer un intento de balance, de habilidades e ineptitudes o de aprobados y reprobados.
La conclusión es casi unánime: Lo que más se siente es la reprobación de eso que se considera oposición y que no ha mostrado más que majadería; a tal punto, que ni siquiera ha podido conformar una representación unida en el parlamento y se ha dividido aún más.
Y este ingrediente fundamental en un año que se considera electoral, es lo que agrega incertidumbre en el porvenir; porque ya sabemos cuál es la posición del oficialismo; pero nadie dice algo al respecto en cuanto a quiénes tendrá como contrincantes, adversarios o enemigos porque tampoco se definen qué son o qué aspiran a ser.
Si criticamos cierto sectarismo y engreimiento en las filas de quienes, dizque, acompañan al presidente, aunque algunos lo hagan al calor del dicho que afirma que es mejor tener enemigos que "amigos"; lo que hay que resaltar entre los que quieren estar al frente es una total falta de criterio, de inteligencia, de uso de neuronas o de sentido común. Lo mismo se trate de los seguidores de Doria Medina, del Granado o Costas o ellos mismos o en conjunto o por separado; pareciera que son incapaces de caminar y mascar chicle al mismo tiempo; y si eso hay que decir de quienes aparecen como más visibles, se pueden imaginar de aquellos que aspiran a involucrarse entre ellos.
Y no es que uno busque un genio o un experto para el gobierno sino que lo que se compromete más es la misma democracia que, de mercado, puede pasar a oclocracia; no tanto por la composición de los entornos del poder sino por la calidad de los que se mueven en esos círculos ya que los hay de toda laya: los esperanzados, los ingenuos, los quintacolumnistas, los aprovechadores y los infiltrados.
Mientras unos sueñan con seguir en la dependencia de alguien, sea de la derecha o de la izquierda; otros queremos conquistar verdaderamente la independencia porque también aspiramos a la autenticidad y ni los supuestamente aprobados o reprobados nos ofrecen nada porque han perdido el horizonte o nunca lo han tenido.
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