Lo que está sucediendo en Estados Unidos es preocupante porque, como alguien dijera, todos somos tripulantes de la nave tierra y su suerte importa al conjunto de la población planetaria.
Pero si analizamos las cosas y cómo se han venido dando, nos daremos cuenta de cuan irresponsable es el manejo de la tierra tanto por explotados como explotadores y porque se ha desterrado el sentido común. Y, para peor, la ecología, el ambientalismo, se han convertido en negocios o hasta religiones que tampoco tienen que ver con la tierra en sí.
Es ridículo ver a "ambientalistas, "ecologistas" o, finalmente, empleados de algunas ONG, desgarrándose las vestiduras pero no por los daños que se estén produciendo sino por hipocresía o por defender su salario simplemente. A este punto, pareciera que a nadie le interesa la suerte de la tierra y así como vemos, sumidos más en el espectáculo que la tragedia, lo que viene sucediendo con heladas, huracanes, maremotos o terremotos, no hacemos nada.
Y no es que hayamos llegado recién a la conclusión de cuánto se deteriora el planeta pues el problema viene de décadas o siglos sino que nunca como hoy las consecuencias son tan profundas. Las pérdidas que se producen lo mismo en los países llamados chicos o grandes, en cierto modo, incentivan o rescatan el funcionamiento de la industria contaminante o cuestionada; en lugar de dar paso a la recuperación de la agricultura tradicional, libre de productos químicos, defoliantes y una gran variedad que están introduciendo en nuestros organismos metales o elementos ajenos que pueden causar daño.
Pese a todas sus objeciones aún creemos en el industrialismo como un nuevo ídolo, como la salvación, cuando el sentido común nos está diciendo lo contrario porque la polución del planeta ha dejado de ser superficial y se ha adentrado en los organismos animales, vegetales y de la raza humana; incluso, so capa de suplementos, complementos o productos de moda.
Nuestra dieta está totalmente desequilibrada por carencias y elementos ajenos y nocivos que introducimos por consumir productos de engorde rápido, de producción rentable y controvertida, porque así como las modas del ambientalismo, la ecología u otras preocupaciones paganas se han hecho moda, no seguimos la misma en cuanto a prohibir las granjas o los establecimientos donde se produce toda esa chatarra sobre la que echamos pestes pero compramos.
La nave está en inminente peligro y pocos son los tripulantes que tienen conciencia de ello.
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