En el mundo del mercantilismo da lo mismo unos u otros; se trate de supuestos socialistas o fanáticos liberales. Cuando Egipto optó por la URSS, su presidente se vio ante la infamia de tener que recibir los mismos precios que le ofrecía el "imperialismo" porque también los "comunistas" participaban del "libre mercado".
Ya no existen pues opciones más o menos convenientes porque, aunque no se quiera, el mercado todavía no ha sido desmantelado y faltan acciones más que teorías o demagogia simple. Por eso mismo es que resulta curioso, si no patológico, que el vice ande tratando de rescatar el socialismo marxista, muerto ya hace tiempo y debidamente enterrado. Y no sólo eso sino que ya la gente se ha dado cuenta que lo mismo es la izquierda que la derecha, que nunca se sabe dónde termina una y empieza la otra y, por tanto, hay que buscar nuevas opciones.
El que el actual mandatario ruso quiera participar del negocio del petróleo en Bolivia no difiere en nada de que quieran lo mismo otras transnacionales porque, detrás de bambalinas, se mueven las mismas ambiciones y los mismos intereses; peor todavía si analizamos un poco el origen de los actuales gobernantes de lo que fuera la URSS y que sugiere o destapa no pocas sospechas.
A estas alturas lo más correcto sería buscar y potenciar la integración regional, es decir, latinoamericana, aunque todavía existan algunos serviles que piensen que es mejor servir al norte que al este. En realidad, lo que importa es la integración subcontinental porque no sólo implica la forma de explotar recursos naturales sino una herencia ancestral que todavía no se ha puesto al descubierto en su verdadera dimensión y que se asoma como una opción de solución a los problemas estructurales del planeta.
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