Infelizmente, a la humanidad se le ha venido una epidemia de ismos que ya es necesario desterrar y erradicar. Primero fue el progreso, que se convirtió en progresismo, luego el cientificismo, el desarrollismo, el consumismo y muchos ismos más que rayan en la patología.
Y para que no nos demos cuenta de cómo nos manejan de la nariz, nos distraen con las tetas o el trasero de fulana o zutana o las borracheras que algunas de ellas se alzan; lo mismo pasa con el "deporte" comercial que ha construido un verdadero imperio intocable porque, sofísticamente, el deporte es lo mejor; claro que lo es; pero no el negocio que se genera con él y que sirve para lavados, ociosos y oportunistas que hacen lo que quieren. Y si no que lo diga el fútbol boliviano.
Detrás del progreso, el desarrollo o la ciencia nuestras naciones siempre tienen la sensación de nunca alcanzar el último vagón del tren que ya se va; porque las cosas, además, se manejan especulativa o monopólicamente y los países, especialmente si son subdesarrollados, no tienen acceso ni al financiamiento ni la tecnología, por lo que sus proyectos quedan convertidos en pesadillas de haber sido sueños.
Lo que está ocurriendo con el hierro del Mutún o el litio de nuestros salares es un caso típico de vulnerabilidad o incapacidad porque tanto la ciencia, como la tecnología o el dinero están controlados por los que gobiernan detrás de los palacios respectivos, los que tienen el control de las armas y hasta de la misma democracia de la que nos ufanamos sin apenas darnos cuenta que es otro mercado.
Ojalá que, en lugar de seguir todos estos ismos, optáramos por elaborar nuestras propias metas de crecimiento y sin tener en cuenta las reglas del mercantilismo que nos presentan como el sine quanon para esto o lo otro, eso sería ser libres verdaderamente y daría al traste con tantos farsantes que disfrazados de ecologistas, ambientalistas, derechistas o izquierdistas no hacen otra cosa que atormentarnos y hacernos retroceder.
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