Hoy se recuerda, se celebra habría que decir, el día del nacimiento de Simón Bolívar y Palacios, El Libertador, que sigue siendo controvertido, no por la obra que dejó sino porque siempre hay quienes tratan de interpretar la historia a su antojo.
Así, para los marxistas "ortodoxos", no era más que un terrateniente defendiendo su propiedad, lo que no impide que hoy se le quiera reverenciar hipócritamente o jalar por los pelos su biografía para acomodarla a sus intereses. También en Bolivia se discute, sin motivo, su papel en la independencia nacional a la que, según los copiones de la historia, se opuso; lo que no es cierto pues se puede demostrar con la correspondencia intercambiada con Sucre y en la que da cuenta que él sólo puede hacer lo que los altoperuanos quieran. Por eso mismo, tal vez, decía que Bolivia era un ansia infinita de libertad.
Como todo gran personaje, su recuerdo está sujeto a interpretaciones y hasta mitos; puede haber sido un intento de construir algo nuevo en el "viejo mundo" y no al estilo del "nuevo mundo"; pues sucede que América tiene una historia mucho más antigua que Europa y, para ser exactos, hay que cambiar las designaciones erróneas y caprichosas que se siguen arrastrando en el tiempo, pese a muchísimos indicios que sugieren una revisión.
En todo caso, su recuerdo se hace más profundo en quienes nos educamos en las aulas abiertas por el Mariscal de Ayacucho, como uno de sus primeros actos gubernamentales en la naciente república y con los nombres de Bolívar, en Oruro, o batallas famosas de la independencia en otros departamentos, porque su recuerdo irá siempre ligado no sólo a lo vivido en esos ambientes sino también a la memoria de un gran hombre, que es ya decir mucho en un entorno donde prima más bien el menosprecio.
¡24 de julio, salud!
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