lunes, 15 de julio de 2013

LA HISTORIA

De la historia se ha dicho muchas cosas: que la escriben los ganadores, que es una prostituta, que miente como delincuente y varias más.
A raíz de la remoción del monumento a Colon, en un paseo argentino, algunos están tratando de hacer olas a las que nosotros no podemos adherirnos. Primero, porque sería sustituido el presunto descubridor de América, por Juana Azurduy de Padilla una guerrilera que siendo boliviana, peleó también en el vecino país; segundo, porque hay demasiada controversia en torno al veneciano; empezando por su propio origen, se dice también que más que una aventura la llegada a las costas americanas estaba garantizada por una serie de confidencias que había recibido de parte de un portugués, incluyendo un mapa; tercero, porque la llegada de los ·descubridores" supuso una conquista de una violencia que sólo puede compararse con la de Atila en Roma y salir debiendo.
No hay pues razones suficientes para que los latinoamericanos sigamos manteniendo algunos monumentos o bustos; peor todavía cuando unos de ellos, tienen dudas sobre su origen o están mal hechos. En el primer caso, tenemos el de Murillo en La Paz, que, se dice, sería simplemente la de un torero español que se compró de oferta; en el segundo, una estatua de un virrey que, en Cochabamba, se ha representado con su helado en la mano.
Lo que sí estaría mal es que se sustituyan por otros impostores o leyendas fraudulentas; sin olvidar tampoco que el destino de estos monumentos es su caída, tarde o temprano, no sólo producto de la revisión de la historia sino también por la frustración de sus hechos o el fracaso de sus ideas, como es lo que ha ocurrido en la ex URSS donde más de un monumento de Stalin, Marx o Lenín , han sido derribados oprobiosamente y, al parecer, con razón.
Mientras la historia no inspire confianza, las estatuas tampoco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario