viernes, 26 de julio de 2013

LA FATIGA DE LEER

Al ver cómo, demagógicamente, se trata de celebrar la conquista de la "autonomía" universitaria; vienen al recuerdo las veces en que, al preguntar a los alumnos en la universidad, cuántos libros habían leído ese año, las respuestas fueron verdaderamente frustrantes. No se lee. Y si los universitarios no leen, no podemos esperar otra cosa de los que no asisten a sus aulas.
Es tal la fatiga de leer, que un amigo que estaba como director de un canal de televisión, fue relevado porque les había sugerido a sus dirigidos varios temas de lectura obligatoria para poder informar correctamente; la solución de "serrucharle" el piso es algo que se repite en todos los ámbitos.
Y esta falta de lectura no se percibe únicamente en la falta de información y en que se mantenga una suerte de tiranía de los medios respecto a la "realidad" sino en el uso mismo del lenguaje que cada vez está más sujeto de la mediocridad de quienes aparecen como "comunicadores", ahora que el periodismo está en franca extinción.
Si se lee algo, es triste ver que donde más se acude a es a los libritos esos de supuestas recetas para ser feliz, ser rico en 24 horas o un año o de "autosuperación"; cuando la verdadera novedad, como lo dijera Unamuno, está en los clásicos, en la literatura antigua, si se quiere, aunque sin descartar todo lo que se ha producido fuera de esas épocas; pero hay un material verdaderamente rico en obras tan reconocidas que tan sólo nombrarlas obliga a decir que forman parte del haber de lectura, aunque no se haya ido a sus páginas o no se haya entendido; un ejemplo: El Quijote; por no citar algunas obras más de suma importancia.
Y esta situación es increíble cuando hablamos de la era de las comunicaciones, de la tecnología y una serie de sofismas, porque si no se lee, no se puede comparar la falsa realidad que se vive con la verdadera o, incluso, con la utopía o la historia. Y es tan patético que un sondeo televisivo encuentra, verbigracia, que entre los "mejores" presidentes se cita a Paz Estenssoro, cuando la historia real no da cuenta que fue el peor de ellos y con mucho.
Lo más lamentable es que la afición a la lectura es cada vez menor entre quienes se debiera cultivar más: la juventud.

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