El viejo dicho nos permite esperar muchas revelaciones más en el caso de la admisión -y negociado- de los nuevos cadetes a la academia de policías y que, en los últimos días, dio cuenta de la detención de una de las abogadas, aparentemente, involucradas en la trama que comprometería a altos oficiales de esa institución.
Muchas veces, cuando se critica a la policía nacional, se sale por peteneras afirmando que es una institución y que merece respeto, que no es posible que unos pocos comprometan su prestigio o que hay que demostrar fehacientemente los actos de corrupción.
Pero, como dice el adagio, cuando el río suena es porque piedras lleva y hace ya bastante tiempo que los policías han sembrado sospechas por doquier, desde el momento mismo que egresan, hasta que cumplen funciones en diversos grados. Desde aquellos jóvenes recién egresados en que casi todos querían trabajar en narcóticos porque ahí estaba "la plata", hasta un teniente coronel que renunció a cierta posta porque "no rinde" o el mal uso que se da a los vehículos que se destinan a la lucha contra el crimen, llevando a sus ocupantes a comer el platito del día o al frontón, hay una amplia variedad de situaciones que nos lleva a la sospecha.
Además, si no pecan por acción lo hacen por omisión, como los subalternos destinados, teóricamente, al control del tránsito en las esquinas de la ciudad; pero que nada hacen para disminuir, cuando menos, las faltas al Reglamento de Tránsito o que no reaccionan convenientemente ante los actos delictivos que se presentan en las calles o que se escudan en la falta de infraestructura o lo que fuere para hacer pasar su incompetencia.
Lo que necesita la mayoría de los policías, es lo que afirma su actual comandante; que no basta el equipamiento, que hay que cambiar de mentalidad. Y, consiguientemente, no hay que buscar que su función rinda sino poner en práctica su vocación de servicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario