Uno de los pilares del desarrollo, pese a la sofistería neoliberal, sigue siendo la defensa del mercado interno y su pérdida, indudablemente, contribuye no sólo a la agudización de sus crisis sino al desmantelamiento de su capacidad de crecimiento.
Mientras nuestras autoridades están todavía con la borrachera del poder o, lo peor, defendiendo cadáveres de ideologías fracasadas, lo que estamos perdiendo a pasos agigantados es el mercado interno.
Porque no sólo hay que extrañarse por la abundante cantidad de mercadería de contrabando sino por lo que pasa por liebre siendo gato y que no se reduce al pirateo de discos o vídeos sino que llega a artículos tan especiales como los jabones de tocador, los detergentes, los embutidos, los enlatados y sobre los cuales ya es francamente difícil determinar si, incluso, no son nocivos.
¿A quién corresponde esta tarea de defensa del mercado? Pues los más inmediatos involucrados son los que, dizque, son gobierno comunal, pese a las muchas excusas que suelen presentar por falta de atribuciones específicas; porque lo cierto es que siendo gobierno de la comuna, de la sociedad, de la comunidad, del bien común, sus atribuciones sólo pueden ser limitadas por el delito en sí mismo. Y los artículos 1 al 5 son bastante explícitos respecto a lo que deben hacer, y no hacen, y lo que deben proponer y tampoco proponen.
No hay pues excusa posible para esta falta de defensa del mercado interno, que puede hacer zozobrar cualquier esfuerzo por encontrar los caminos del crecimiento y, en lugar de dormir la siesta o dedicarse al simple cobro de dietas, alcaldes y concejales harían bien en cumplir sus funciones.
Porque si no defendemos el mercado interno y seguimos haciendo de la vista gorda con el contrabando y la piratería, el futuro es más que incierto.
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