Esto de las subvenciones en el mundo entero puede ser de discusión eterna; se dan lo mismo entre los "subdesarrollados" como entre los "desarrollados". Entre los primeros, porque el reparto de la riqueza casi generalmente es inicua; entre los segundos, para mantener la industria de la guerra que es la que más subvenciones obtiene en tiempos de paz como de armas.
Entre los pobres se subvencionan alimentos y carburantes con la esperanza que los pobres no sufran todo el impacto de las políticas fiscales para superar sus estados de crisis; entre los ricos, la empresa fiscal subvenciona la privada a través de varios mecanismos más o menos encubiertos como "razón de estado", "emergencia" o, incluso" libertad de mercado", para que vean que eso de la autorregulación es un completo sofisma.
El tema ha vuelto a la luz pública, en Bolivia, porque los explotadores del transporte público, que son los que se han manejado hace décadas por las políticas gubernamentales de subvención y se han enriquecido a vista y paciencia de todos, ahora piden que se les retire la subvención a los carburantes aunque no dicen nada del aval y financiamiento que están recibiendo del gobierno para importar sus motorizados o las diversas concesiones que eventualmente reciben para traer repuestos o la política tributaria que casi, casi, no los toca. Una actitud, pues, completamente hipócrita y subversiva porque va en contra no sólo de la estabilidad del gobierno sino de los pobres y menos favorecidos, precisamente, por las subvenciones que los ha hecho engordar a ellos.
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