El principio de la física que afirma que a toda acción corresponde una reacción, se puede, y debe, aplicar también en política para encontrar el equilibrio saludable, concertado, que nos dé paz y estabilidad. Pero de ahí a caer en la majadería, que es lo que está ocurriendo con quienes se hacen llamar de la oposición en Bolivia, hay un abismo.
Porque esta situación no se está dando en el plano ideológico o programático sino en el visceral. Si releemos lo que escribiera Unamuno sobre la "Envidia Hispánica" o "La imaginación en Cochabamba", nos daremos cuenta rápidamente que si le buscamos tres pies al gato no es porque algo esté mal sino por la simple y sencilla envidia que es la característica, nos dice el vasco, de la ociosidad espiritual o intelectual.
Y cuanta razón tiene cuando leemos las declaraciones de los "opositores", vemos cómo se desgarran las vestiduras por nada y cómo se hacen a los perseguidos por todo. Lo peor, es que se engañan a sí mismo, creen que lo están haciendo bien, cuando la realidad es diferente porque el primer pecado que cometen es seguir pensando que la alternativa está entre ellos mismos; cuando ya las estadísticas imparciales y hasta dirigidas y a pedido del que paga, no pueden esconder que, infelizmente, por el momento no hay una reacción inteligente a las acciones gubernamentales y si el oficialismo tropieza es por causa de sus propios "colaboradores" o partidarios que se creen la mamá de Tarzán, introduciendo, más bien, factores de distorsión de la democracia, la institucionalidad y la fidelidad.
Acción y reacción, no para sustituir nada sino para hallar la estabilidad, es lo que nos falta en la politiquería, la economía, la información y no porque se dé también en otras partes vamos a consolarnos.
Y, lo primero, es deshacerse de la envidia hispánica, de la ociosidad espiritual, de la ramplonería de la cabeza y del corazón.
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