No necesitaríamos el entrecomillado si estuviésemos seguros que la democracia funciona plenamente y que la oligarquía que se ha turnado convenientemente en regímenes de armas como de urnas, representara efectivamente al pueblo chileno.
Pero la realidad y la historia nos dan más de un asidero para ese entrecomillado porque los habitantes eventuales de La Moneda, no siempre han seguido los dictámenes o los intereses de los mapuches, araucanos o aimaras de esa región sino que, más bien, se han contentado con hacerse intermediarios de los intereses de éste o aquél imperio ultramarino o continental.
El no, no, y no, del presidente Piñera no es pues más no que el de sus predecesores que asientan todo su derecho en la razón o la fuerza, como reza su propio escudo y lema y, por tanto, no tiene más "derecho" que la violencia, la usurpación o la impostura, que ni siquiera responde a sus propios intereses nacionales sino a los del imperio que sirven.
Si la Guerra del Pacífico fue la escenificación de los intereses de la corona inglesa; la última, la Guerra de Las Malvinas, no fue otra cosa que el servicio al imperio norteamericano en contra de la fraternidad, la solidaridad y hasta el TIAR que, a ojos vista, es tan falso como la doctrina Monroe o el "destino manifiesto".
Cuando la democracia funcione a cabalidad, cuando los gobernantes chilenos sean eso y no simples intermediarios, será cuando la integración, la justicia y la integración apunten al sur del río Bravo.
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