Aunque cueste creer, los bolivianos vivimos desde hace bastante tiempo una serie de problemas falsos que no nos permiten dedicarnos a atender los estructurales. Ahí tenemos el caso de la huelga en el magisterio o la salud que no sólo que están mal planteados sino mal resueltos por parte de los dos lados; lo mismo pasa con el espectáculo que se iniciara en unos días más a propósito del TIPNIS y que nada ya tiene que ver con patrimonios, reservas, ecología o todas esas majaderías que se manejan por un montón de entrometidos que, curiosamente, no dejan que los habitantes del lugar ejerzan su soberanía. Y hay otros que si bien no hacen eclosión pública o manifiesta no dejan de perjudicar el bien común; es el caso del agua potable en Cochabamba, donde los problemas se están acumulando como en una olla de presión incontrolada porque los "sindicalistas" se han erigido en una oclocracia que gobierna la institución sin otro beneficio que el peculio personal o de grupo o el de la economía informal que ha hecho sus pilares en el contrabando, la piratería y el lavado y que, al parecer, a nadie preocupa, pese a su importancia y carácter fundamental dentro de una política mundial especialmente económica o economicista.
Y, como si fuera poco, la estulticia denominada opositora ante su total falta de argumentos ideológicos y programáticos se reduce a rebuznar en torno a Evo, personalizando de tal modo su miopía que da lástima por su deficiencia de neuronas funcionando.
Lo mismo pasa con los "analistas" cuyas especulaciones van más allá de los supuestos "cronistas" deportivos que, verbigracia, basan su análisis en: Si Bolívar pierde, Strongest empata, San José gana, Oriente no se presenta y Real Potosí no entra en cancha: Wilstermann campeón. Pues tienen el mismo "razonamiento" y sus "análisis" el mismo peso, si es que se puede hablar de alguno.
La cuestión es que estos falsos problemas, no nos permiten dedicarnos a ver exactamente la falta de infraestructura que padecemos como el mejor lastre para el crecimiento: falta de caminos, industria básica esencial, valor agregado a los recursos naturales, tecnología apropiada, ciencia experimental o a secas; o deficiencias en el aporte energético y muchos otros más como la falta de ocupación territorial que crónicamente nos ha llevado a la pérdida de millones de kilómetros cuadrados. Y, lógicamente, enfrentados por unas habas, tampoco hacemos frente a la cuestión de la identidad y consiguiente afinidad con el Estado, es decir, la patria.
Sólo cuando los problemas falsos den paso a los verdaderos podremos decir que estamos haciendo política y también democracia porque, curiosamente, hay democracia pero no demócratas.
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