Desde que el oro de los incas se "derramara" en el camino hacia las arcas del imperio español, la corrupción no sólo se ha dado modos de sobrevivir sino de diversificarse; a tal punto, que hoy es difícil detectarla y, aún así, existen algunos que para disfrazar mejor su inmoralidad piden "seguridad jurídica" que, según ellos, debe ser la liberal, es decir, dejar hacer, dejar pasar.
Entre las varias formas de estafar al Estado la menos evidente es aquella que se llama quiebra y que si bien antes producía el suicidio y la ruina familiar hoy es, contrariamente, fuente de impunidad y alegría porque, como dice el cínico, la vergüenza pasa, el beneficio queda. Por lo demás, ya varios han comprobado que el mejor negocio de la banca, por ejemplo, es la quiebra, donde los muchísimos perjudicados no tienen fuerza para hacer nada ante la "majestad" de la ley que también se ha sabido acomodar a la corrupción galopante en muchos lugares del planeta.
Para mejorar la impunidad, incluso, ahora se puede hablar de "persecución política" o cualquier otra monserga que siempre el vulgo puede creer lo que le dicen o sentir compasión por los pobrecitos perseguidos que no tiemblan antes de hacer daño al bien común. La corrupción no existía en el Incario no sólo porque la formación de la gente era mejor sino porque también existía un buen sistema de estadísticas y, por tanto, de control de la producción individual, familiar y comunal.
De lo que no hay duda es que la corrupción es un tema pendiente de la humanidad que ni siquiera Jesús pudo erradicar expulsando a los mercaderes del templo, porque se dieron modos para evitar que la gente perdiera el miedo a la denuncia de la inmoralidad y, por el contrario, se sembró más miedo y más impunidad por medio de "adecuaciones" en el libro de los libros y la distorsión de la historia y los hechos.
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