El caso de La Capitana, el barco que transportaba un tesoro, ahora recuperado, hacia España, es apenas la última punta del iceberg en cuestión de deudas que "el viejo mundo" nos debe al "nuevo mundo". Porque aparte del oro y la plata que en cantidades inmensurables han sido transportadas hacia Europa y han terminado no siempre en las arcas hispanas sino hasta en las bóvedas de la ex URSS, está el de los recursos naturales renovables que actualmente tienen la mayor industria, como la papa, el maíz, el cacao, la goma que se comercializan en casi todos los mercados del mundo.
Incluso, independientemente de esos recursos naturales renovables o no renovables, todavía hay un tesoro mayor que se descubrirá poco a poco y que implica no únicamente la dilucidación de la cuna del hombre sino el nacimiento de la cultura en todas sus manifestaciones. Porque ya las investigaciones están superando esa barrera materialista del cientificismo y empiezan a develar cómo el hombre del Tiwanaku, el maya o el atlante están, en cierto modo, emparentados y hay un legado que llega mucho más allá del seudoobjetivismo y se extiende por toda la personalidad espiritual del hombre en su evolución. Decir, por ejemplo, que el kundaline no sólo era conocido sino perseguido en esas sociedades, es apenas una muestra de cuánto y cómo pueden revelar las invetigaciones al margen de la hipocresía cientificista y cambiar la propia historia del hombre en la tierra y el universo.
En cuestión de tesoros estamos pues atrasados pues simplemente nos llaman la atención los materiales, cuando lo otros, son mucho más importantes que los metales porque tienen una trascendencia mayor y de mejores connotaciones. Y el tiempo va llegando para conocerlos.
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