Eso de cumplir "órdenes superiores", actuar en "razón de Estado" o "por mandato de la revolución", no es más que muletilla con que muchos han excusado sus abusos, excentricidades y delitos. Ahí está, por ejemplo, el llamado "doble sexenio" donde la "revolución" lo justificaba todo; desde el asesinato hasta la sañuda persecución, pasando por la tortura, el exilio, la cárcel, los campos de concentración, las violaciones, los robos y los hurtos; lo mismo pasó cuando se nos advirtió que había que andar con el testamento bajo el brazo y la historia puede ser también un rosario de indisciplinas, subversiones y faltas que, militares o civiles, han esgrimido para tratar de excusar lo injustifcable. Por lo demás, no hay que olvidar que la dependencia que se instaló en Bolivia so pretexto de "revolución nacional", dio pie, precisamente, a una serie de arbitrariedades para golpes, conspiraciones y cuartelazos que impidieron la institucionalización y el fortalecimiento del Estado que, más de una vez, ha servido también para hacer lo contrario.
La realidad, infelizmente, todavía no ha cambiado y en respeto a la presunción de inocencia, a nuestra historia real y a muchos otros factores, habría que creer en la supuesta ruptura de mando que arguye cierto ex ministro porque la cotidianeidad de la república así nos obliga y podríamos citar infinidad de ejemplos que se han dado en nuestra historia para asaltar el Palacio Quemado por las armas o por las urnas; instrumentos que nunca han estado en manos del pueblo y sí más bien entre sus enemigos.
La historia no puede ser nunca una simple cronología de hechos, tiene que tener su propia interpretación y comprobación para servir de ejemplo y no repetir las experiencias que tantas veces nos han hecho reproducir.
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