Aparte de ser sumamente contagiosa, la estulticia es también terca como una mula; no otra cosa se puede decir cuando algunos "periodistas" insisten en hacer leña de las elecciones judiciales y hablan del voto nulo, como si tuviese efecto alguno, como si pudiese distorsionar por sí solo una elección de magistrados. Y no es el único caso, infelizmente, porque en una muestra reiterada de las pésimas condiciones de su formación algunos "comunicadores" que fungen de periodistas nos han entregado algunas perlas como decir "el cronómetro marcó 35,5 grados de calor en Cochabamba" o: "confía en que la embajada no desertificará a Bolivia", insistiendo en eso de la "desertificación" que, suponemos, reemplaza la descertificación con que EEUU regala a los regímenes que no le son serviles en cuestión de narcotráfico.
Aquí hay que volver a recordar a Doña María Romero, Anamar, cuando afirmaba que" el periodista culto, informado, es una especie en extinción" y apenas era el inicio de una invasión de "comunicadores" que se ve que no dominan su principal arma o instrumento de trabajo: el lenguaje; que es como si un arquitecto no supiera qué son los ladrillos y para qué se usan o un médico no supiese colocar una inyección o hacer una cura superficial. Y luego se habla de ciencia, de preparación, de suficiencia o, finalmente, de libertad de expresión, cuando lo que se hace es irresponsable a caballo de una estulticia que no porque esté de moda hay que seguirla y hacerse esclavo.
Y, lo anterior, en lugar de contribuir a la mejora o superación de los medios de comunicación hace lo contrario y agranda la controversia mundial que hay sobre su función y beneficio, en momentos en que se devela una serie de mentiras y engaños que, a lo largo de la historia, ha tenido que sufrir la humanidad. Si queremos mejorar, efectivamente, la comunicación lo primero que debemos hacer es liberarnos de la estulticia y dominar la lengua; tanto en lo que se refiere a contener el músculo del habla como a conocer las reglas de la gramática, por mucho que la sofistería nos diga que no es necesario, pues ya en otra oportunidad nos referimos a la Torre de Babel, no como un lugar donde todos hablan lenguas diferentes sino donde, pese a hablar el mismo idioma, no nos entendemos porque la estulticia se ha colado como modernidad, picardía o inteligencia.
Por lo demás, si la ciencia y la tecnología van a servir a la estupidez; mejor es huir de ellas que hacerse adicto porque así no nos maleducamos, en lugar de mejorar.
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