Los bolivianos debemos ser los que tenemos experiencias más dramáticas, incluso trágicas, sobre los superestados. Sin olvidar el minero, vigente hasta 1952, hay que hacer mención no sólo al de la Embajada, desde entonces, sino también a cierta predisposición de algunos "sindicalistas" a hacer de sus instituciones verdaderos superestados en contra del bien común; hoy hay que añadir a los "movimientos sociales" en la cuestión pues cuando leemos que piden más "poder", en las decisiones gubernamentales, no se nos antoja otra cosa que estén pidiendo más cuotas en la burocracia porque el poder constituido, no admite repartijas sino entre sus respectivos órganos o poderes y no es negociable sin incurrir en impostura y usurpación.
Se puede argüir que en el mundo entero los superestados están vivitos y coleando y traer a colación lo que ocurre con la OTAN, la ONU o el FMI; pero no es el caso porque lo que debe interesarnos es que en nuestro Estado, no se presente ningún usurpador, ni a título de tecnocratismo ni a título de "profundización de la democracia" que es el ardid por donde se cuela la intromisión sectaria o internacional porque así como hay "sindicalistas" fanáticos, los hay también de los que buscan reinstalar la dependencia para recuperar las plutocracias, so capa de autonomías, regionalismos u otros ismos, como el caciquismo.
Todo superestado es enemigo del Estado y vale la redundancia porque no se trata sólo del servilismo de ciertos gobiernos o gobernantes sino de la soberanía que, implícitamente, adopta el Estado para gobernarse de acuerdo a sus necesidades, reivindidaciones y anhelos.
En el pasado y en la actualidad es esta preservación del Estado que no se ha cumplido para consolidarlo definitivamente como independiente, libre y soberano y es lo que queda por hacer a todos los bolivianos sin distinción de colores, partidos o sectarismos.
Hay que profundizar la democracia, es cierto, pero no repartiendo cuotas sino institucionalizándolo, es decir, haciendo que prime la ley sobre cualquier otro criterio antinacional, antipopular o antiestatal. Es el único camino cierto al desarrollo y el progreso real.
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