viernes, 25 de noviembre de 2011

ECHAR LEÑA AL FUEGO

Lo de echar leña al fuego o hacer leña del árbol caído, debe responder más a nuestra herencia española que a otra cosa, pues el mismo Unamuno hablaba de la "envidia hispánica" que era uno de los defectos de los nacidos en la península ibérica. Porque vemos más esta tendencia entre los citadinos, entre los que nos consideramos leídos y sabidos, que entre la gente que vive en el campo o no se considera "intelectual".
No falta día en que, ante cualquier distorsión de la verdad y la realidad, ante cualquier insinuación y hasta especulación evidentemente intencionada, no nos lancemos como pirañas ante el prójimo o chacales ante la posibilidad de encontrar los restos de faenas ajenas. Y no valen derechos ni obligaciones; olvidamos todo con tal de agrandar la situación, enmarañarla, hacerla más confusa todavía y a eso, las más de las veces, llamamos política, que es el mal que arrastramos desde el nacimiento de la república, desde cuando los "dos caras" desplazaron a los guerrilleros de la independencia y se hicieron con el santo y al limosna, desde que en la patria vale más el sinvergüenza que el honrado, el rico que el pobre, el vanidoso que el honesto.
Si hiciésemos un balance de nuestra realidad con seguridad que llegaríamos a la conclusión que es mejor callarse que echar leña al fuego, que es mejor respetar el prójimo que agredirlo de una y mil formas, que cuando hablamos de derechos hay también que hablar de deberes; que si reclamamos porque a alguien no se le reconoce su presunción de inocencia no podemos lapidar a otros sin más; por el simple hecho de hacerlo, por envidia, por rencores mal encaminados, por complejo de inferioridad que es lo que está aquejando a muchos que creen salir en defensa del ambiente, de la ecología o los derechos pero que pronto se ven descubiertos que no tienen más que cáscara; que no presentan sustancia alguna, que sus argumentos son más deleznables que castillos de arena.
Si utilizáramos toda esa energía que ponemos en echar leña al fuego, en cuestiones más bien positivas, en proposiciones racionales, en proyectos de bien; hace rato que estaríamos como líderes de la región y del mundo y no, como sucede ahora, como simples peleles de la conspiración internacional, porque hemos renunciado a pensar, a ser auténticos, a ejercer realmente la libertad.

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