Las palabras del mandamás francés al de EEUU, refiriéndose al primer ministro israelí, no develan más que un sentimiento casi generalizado en el mundo: la antipatía hacia el gobierno judío que no hace otra cosa que sembrar ese sentimiento en el planeta entero para esconder los manejos avariciosos, materialistas, que, desde hace tiempo, echan una sombra de dudas sobre un pueblo que aparece como víctima de una serie de episodios históricos y, las más de las veces, de sus propios líderes y conciudadanos, si atendemos la historia real y no la ficticia que nos cuenta la oficial.
La capacidad de manipulación, de hipocresía, de falsedad, que los dirigentes judíos tienen como característica secularmente, no es algo que deba enorgullecer a su pueblo y, por el contrario, disminuye sus valores y su aporte a la civilización occidental y está poniendo a todos los viajeros del planeta tierra en grave riesgo de extinción cuando, por ejemplo, piensa en atacar Irán y puede desencadenar todo un cataclismo por la reacción de la defensa árabe. Aunque no hay nada nuevo en esta posición, las condiciones no están como para repetir sucesos que la historia registra como desgraciados a la humanidad y que tienen como protagonista principal a los judíos, desde la crucifixión de Cristo hasta la oposición al reconocimiento del Estado Palestino, pasando por una variedad de episodios, por mucho que se esfuercen en distorsionarlos y aparecer más bien como víctimas. Lo que más le conviene al pueblo judío es: veracidad y, para ello, tiene que cambiar de actitud para que no se repita eso de: "mentiroso, no lo soporto" o "yo tengo que lidiar con él todos los días", significando la carga que supone el mantenimiento de una posición que se hace cada vez más insoportable, si queremos beneficiar a la humanidad en su conjunto y no la simple y vulgar avaricia del materialismo inhumano. Las frases, de otro lado, revelan también que todavía unos cuantos se atribuyen poderes sobre el mundo que nadie les ha otorgado. Y es lo más lamentable.
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