En Quillacollo, un edificio escolar recientemente construido debe ir a la demolición por las deficiencias que los constructores dejaron pasar en el proceso y que pondrían en riesgo las vidas de los niños si, como sucedió, no se detectaban a tiempo.
Es un hecho, podríamos decir, normal dentro de la costumbre de adjudicar obras, contratar supervisores, pactar términos y olvidarse de todo, hasta un próximo negociado. Lo curioso, o majadero, de la cuestión es que algunas personas a las que les encanta salir por la tv han puesto el grito al cielo y todo le echan la culpa al programa presidencial.
Infelizmente, desde que se implantara el sistema de gobierno de: dependencia-corrupción-impunidad; mucha agua ha corrido bajo los puentes y, éstos, se han caído o han costado lo que un ojo de la cara, sin que a los contratantes, de un lado la parte gubernamental o pública y, de la otra, la contraparte privada, se les ruborice la cara.
Son interminables las obras que en Bolivia se pueden cuestionar no únicamente por su costo sino también por la calidad y, fundamentalmente, por quienes suscribieron los contratos, palos blancos mediante, que no fueron sino funcionarios gubernamentales, ligados a empresas privadas creadas a propósito o existentes con anterioridad. Ahí están los ejemplos de las carreteras 1 y 4, la autopista de La Paz, el camino Quillacollo-Confital y un gran etcétera que sólo cabría terminar si existiese alguna que salga de ese molde y, que sepamos, no existe.
Eso de criticar las obras públicas y desgarrarse las vestiduras es pues parte del espectáculo y a eso se reduce porque no revela el contubernio que se esconde detrás de tales contratos y que, generalmente, suponían una comisión del 10% o 20% y, en algunos casos, superaron la realidad hasta la creación de nuevos ricos, de la noche a la mañana, que aparecieron con mansiones, vehículos de lujo o un sistema de vida que no sólo que no conocieron anteriormente sino que, incluso, vituperaron por su adhesión supuestamente ideológica a determinadas corrientes.
Las obras públicas tienen un largo historial y no es necesario hacer una discriminación entre gobiernos derechistas o izquierdistas,. porque en materia de corrupción no hay diferencia alguna, como tampoco se puede diferenciar entre la "Casa Blanca" de cierto izquierdista o las latas de manteca de otro similar; pero que, en los hechos, no son más que infiltrados derechistas en filas de conveniencia.
Lo que no se quiere entender es que el daño al Estado es mayúsculo; así se trate de obras públicas o privadas, porque lo que se resiente no es únicamente la economía sino la confianza, la esperanza, la sinceridad.
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