sábado, 9 de julio de 2011

MACHU PIJCHU

Se están celebrando los cien años del descubrimiento, y saqueo, del Valle de los Incas; pero con una visión casi, casi totalmente equivocada.
En primer lugar, no hay explicación lógica para el concierto de rock, porque fue eso, que se ofreció hace unos días a cargo de un conjunto de metales y, tampoco, para hablar de descubrimiento, así simplemente, cuando ni fue descubierta la fortaleza ni se trató de algo inocuo.
Todo lo contrario, ahí mismo empezó el saqueo y continúo con otra serie de depredaciones precedentes o ulteriores que dejaron las ruinas en su concepción etimológica sin ahondar en lo principal: su significado. Porque ahora mismo se debiera hacer énfasis en lo que significó el Imperio Incaico para una población que, de alrededor de 50 millones de habitantes, fue reducida a poco más de 15 en el subcontinente por el uso sistemático de la violencia por "conquistadores", "descubridores" y "evangelizadores". Hay que leer la obra de Bartolomé de Las Casas o la de Boudin para preguntarse muy seriamente: ¿Cómo es posible que una cáfila de hombres felices, como dijera Boudin, u hombres felicísimos, como dijera el clérigo, se puede reducir a la esclavitud, a la depredación y continuar con la explotación y la expoliación? Que es lo que ha pasado en más de 500 años que son toda una vergüenza en relación al nacimiento del hombre andino, su cultura, su civilización y su apogeo humano que, hasta el momento, permanecen en la incógnita pese a la soberbia de la ciencia actual o la hipocresía de una cultura occidental que se niega a reconocer que no llega ni a la suela del zapato de otras anteriores.
Al recordar a Machu Pijchu, hay pues que recordar Tiwanaku, la Isla del Sol, Paukartambo Saksahuaman y muchas otras muestras arqueológicas que todavía permanecen como una guía y una acusación a la humanidad actual y que no son simplemente del Perú sino de Bolivia, la Argentina, Colombia, Ecuador, Chile y otros países.

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