Siempre ha habido críticos; pero nunca tan ineptos como los que actualmente fungen como comentaristas, ya sea en la política o en el deporte. Y, lo peor, es que tienden a sustituir el protagonista de la noticia y convertirse ellos en supuestas estrellas.
Basta ver una gran cantidad de programas televisivos teóricamente dedicados al deporte, donde los "comentaristas" se atropellan unos a otros para hablar sandeces y dedicarse a hacer gestos ridículos. El que está perdiendo es el deporte en general. En primer lugar, porque ya no se puede ponderarlo correctamente y muchos caen en el sofisma propagandístico que se usa en la programación; en segundo lugar, porque todo se ha vuelto un comercio de lo más vil, donde los intereses de las naciones, de los equipos, de los jugadores, se subastan en el simple mercado de los intereses que manejan unos pocos organizados o no en mafias o logias; en tercer lugar, porque se juegan con los sentimientos de la población a la que se induce a un mayor consumismo, desde la compra de camisetas, hasta la de banderas, insignias, cornetas o lo que se les ocurra a los vendedores; ya nadie es algo sin casaca o banderola.
De esta manera, todos los efectos que crean estos "comentaristas" son negativos porque convierten la sana competencia, el libre ejercicio, el honor deportivo, en un artículo nefasto del mercado más vulgar y más deshonesto del mundo. Hay que eliminarlos para recuperar la competencia deportiva.
El deporte tiene que volver a ser algo honesto, decoroso, honroso y no estar sujeto a lo que digan unos cuantos que, sin haber practicado ningún deporte y sin saber nada de él, comercian con los clubes, con sus jugadores, con sus dirigentes y todo lo pervierten y embrutecen. Bien haríamos en plantear una buena investigación al respecto y a todo lo que se mueve en los meandros del comercio de las patadas o de las manos o los aparatos.
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