jueves, 14 de julio de 2011

EL TRÁFICO DE VEHÍCULOS

Cuentan que al principio de la década de los cincuenta, del anterior siglo, cierto catedrático planteó una pregunta a sus alumnos y les dijo: Qué harían si les ofrezco cierta tecnología que acortaría las distancias, haría posible disfrutar del paisaje y llevar una vida más muelle y si, a cambio, les pido el sacrificio de cientos de vidas humanas. Lógicamente, casi todos reaccionaron indignados, manifestando que seria intolerable. Y llegó el automóvil.
La cuestión plantea una serie de interrogantes: ¿es posible, acortar las distancias? ¿Se puede disfrutar del paisaje? ¿Es la vida más segura?
Porque la industria del automóvil se ha convertido en un verdadero problema en el mundo entero; no sólo está la cuestión del combustible y la contaminación por gases y por ruido sino también el intenso tráfico de las ciudades. Ya hay que empezar a plantear la cuestión desde diversos ángulos, pues el auto, como se dice vulgarmente, es hoy un problema hasta en las provincias menos pobladas, donde los explotadores del transporte público, lo de público es un decir, pues el negocio está en pocas manos, han incursionado con ventaja hasta en el asalto por unas cuantas monedas; no siempre se trata de el vehículo mismo sino de carteras, ultrajes a menores, accidentes con muertos y heridos y, consiguientemente, una carga extra para el presupuesto familiar. La tecnología se vuelca pues en contra de la humanidad y no para favorecerla sino para angustiarla.
Los grandes negociados de alcaldes y concejales es ahora construir vías de descongestionamiento, de mejora en el tránsito; pero que, en realidad, no contribuyen a mejorar la calidad de vida. Hasta teniendo un cochecito de lo más esmirriado trae problemas porque ya no se puede circular.
Como si fuera poco, la educación de los que van al volante deja muchísimo que desear ya que también hemos convertido los HP en estatus y cualquier gil que no puede mascar chicle a caminar al mismo tiempo, se sube a un "ranger" y hace lo que le viene en gana, sin saber cómo arreglárselas atendiendo el celular, otro invento sofístico, la caja de cambios y el volante.
Qué tiempos aquellos en que era posible pasear por la ciudad a pie o en bicicleta con toda seguridad. Hoy ya nadie está seguro y tanto como cuidarse, hay que cuidar también a los demás de los energúmenos que han subido de estatus aunque no hayan aprendido a leer. Y no nos referimos simplemente a los que no tuvieron escuela sino también a aquellos que, teniéndola, no han aprendido de la misa la media y conducen como nuevos reyes.
Entretanto, las soluciones no aparecen por ninguna parte y apenas si quieren poner parches estableciendo la circulación por número de placa o lo que sea. Habría que recuperar el transporte público, por ejemplo, con trenes, trolebuses o tranvías y estableciendo reglas más severas para los irresponsables.
Claro que es predicar en el desierto pero no por ello se puede callar y dejar las cosas como están, es decir, con más inseguridad, angustia y desesperanza.

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