sábado, 16 de julio de 2011

LA REVOLUCIÓN DEL 16

Hoy se recuerda el levantamiento de la población paceña en contra de los españoles que asolaban el país y aunque la participación de uno de los líderes, Pedro Domingo Murillo, no está del todo dilucidada, no hay duda que el espíritu independentista continuaba en ese año de 1809, pues se habían dado movimientos importantes también en 1781 o incluso antes, que fueron calificados como simples revueltas de descontento ante el despotismo.
En verdad, la historia de todo el pueblo latinoamericano todavía no está bien contada y, generalmente, se basa en la copia que hacen unos de otros sobre referencias de tales o cuales; pero sin rigor científico, sin consultar importantes textos que no sólo quedan en el olvido sino que permanecen como dedos acusadores, por mucho que se quiera ignorarlos.
La "Obra indigenista" de Bartolomé de Las Casas, por ejemplo, es un texto que casi ningún historiador ha tenido en cuenta para transmitir el genocidio, la crueldad y las siniestras intenciones con que la mayoría de los españoles actuaron en las tierras redescubiertas por Colón; esclavizados, a su vez, por la avaricia y el deseo de poseer oro. Según algunos cálculos conservadores la población de lo que hoy llamamos la América Latina, se redujo de alrededor de 45 millones de personas a sólo 13 y aunque tuvieron su parte las enfermedades, el hambre y la miseria que sembraron los invasores, no hay duda que también sus armas hicieron lo suyo ante la indefensión y la buena voluntad de los originarios.
De otra parte, la historia oficial hace aparecer simplemente dos contendientes: los españoles y los indígenas; lo que no es cierto ni por excepción porque no hay que olvidar que quienes llegaron de la península traían ya un gran mestizaje en sus venas; lo mismo que presentaban algunos pueblos de esta parte del continente, que habían sido conquistados por quéchuas o aymaras y también tenían lo suyo de ese mestizaje racial y cultural que significó el crecimiento y apogeo del Incario, como sucesión de otras culturas anteriores.
Las luchas independentistas fueron pues ejecutadas por mestizos que no buscaban volver al pasado incaico ni querían tener un porvenir ligado al español. Todo lo contrario, buscaban una tercera vía, una nueva identidad, ua nueva expresión que sólo andando el tiempo se logrará consolidar como la Patria Grande, integrada totalmente por mestizos; tanto los antiguos como los modernos.
Antes que recordar, por tanto, una fecha todavía en cuestión por algunos de sus participantes designados por algún historiador como los "dos caras", convendría redireccionar estos actos a la celebración del mestizaje, de la Patria Grande, de la unidad en la diversidad; del surgimiento de una cultura que está hecha con los valores de nuestros ancestros; los de aquí como los de allá pues siendo valores no son discutibles.
Sólo en la medida que interpretemos mejor nuestra propia historia encontraremos los caminos ciertos hacia el porvenir; sin falsos abolengos de sangres azules o negras, de cabelleras rubias o castañas, de avaricias o desprendimientos. Si bien el futuro nos pertenece, sólo es en la medida en que comprendamos mejor nuestro pasado.

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