Hace ya bastante tiempo que los verdaderos buscadores del conocimiento en la tierra, se preguntan cuándo la denominada ciencia actual va a reconocer su precariedad y escasos logros; porque está visto que civilizaciones anteriores como la egipcia, la maya, la tiwanakota fueron superiores y no sólo conocían el origen de la humanidad sino que estaban en contacto permanente con el universo.
Mucha alharaca se ha hecho en torno, por ejemplo, a la clonación; sabiendo que ya los mayas nos dan cuenta de ella y del por qué de su fracaso que, hasta el momento, no quieren reconocer nuestros científicos porque el comercio impone ciertas pautas que están en contra de la moral y las buenas costumbres.
Todavía también hay algunos que creen en la hipótesis de Darwin que, si hiciesen un verdadero esfuerzo científico, llegarían a la conclusión que es mucho más improbable que muchas de las cosmogonías que se conocen en la tierra; pero continúan haciéndole homenajes que, en verdad, harían ruborizar al propio Charles.
La ciencia, como búsqueda de la verdad, no sólo está en entredicho sino que se la puede cuestionar severamente más que por sus "descubrimientos" por lo contrario, es decir, por los encubrimientos de logros e inventos que se dieron en el pasado remoto. Y ésta es una de las causas del retroceso de la humanidad hacia un materialismo que no coincide con su manera de ser, con su propia personalidad, con su creación; por muy ateos que se presenten quienes propugnan el cientificismo, que no es lo mismo que ciencia o sabiduría.
El desarrollo del ser humano es una cuestión que atañe a todos y la ciencia, servil instrumento del comercio, está entorpeciendo ese crecimiento y está condicionando una degradación que pone en riesgo la misma especie y el planeta todo.
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