viernes, 15 de julio de 2011

LA CIVILIZACIÓN

Recuerdo que en alguna parte de la Biblia leí: "maldito aquel que construya su casa al lado de otra". Y eso es la civilización.
Hace ya bastante tiempo también que Spengler anunció la decadencia de la civilización occidental pues no puede afrontar la miseria, el hacinamiento, la marginalidad y tampoco esa sofistería que se maneja en cuanto a la ciencia y la historia.
La civilización, por tanto, no sólo está maldita sino en decadencia y los problemas actuales no tienen remedio, porque el destino del hombre, si bien es cierto que debe vivir en comunidad, no es la ciudad; el estigma que se va extendiendo ominosamente hasta en las poblaciones más pequeñas y se encuentra dentro del paquete de eso que, erradamente, llamamos modernidad y que no es sino engaño.
La única vía de reconcialiación de la humanidad consigo misma es la reconstrucción de la vida rural, es decir, la vuelta al campo que nunca debió abandonar porque ahí fue donde empezó a morder la manzana del pecado, que nos llevó al equívoco. Son varias las referencias bíblicas a la civilización y su influencia perniciosa empezando por Sodoma y Gomorra y terminando en la Roma misma.
Por lo demás, las otras culturas predominantes antes de Jesús no fueron, en realidad, civilizaciones sino pueblos organizados de muy distinta manera; desde los mayas hasta Tiwanaku, no sólo la organización social es distinta sino también la administración de los pueblos.
Si fuésemos inteligentes y podríamos usar toda nuestra capacidad cerebral, hace tiempo que habríamos renegado de la civilización y nos encontraríamos de nuevo en el campo; pero como nuestras facultades no sólo han sido alteradas sino que constantemente vienen sufriendo una serie de agresiones por medio de la educación o de la tecnología, persistimos en el error y hemos hecho del hacinamiento, de la miseria, de la distancia entre ricos y pobres, marcas registradas que todos quieren remedar.
Finalmente, cuando los problemas urbanos se hacen insolubles, para los tecnócratas, para los alienados, para los oligofrénicos, es que estamos progresando y ya podemos jactarnos de ser una verdadera ciudad; al estilo de Ciudad de México o Nueva York; así funciona la "modernidad" y tiene sus mejores cultores del sofisma en los alcaldes, que han convertido las burocracias ediles en agencias de las cementeras o de las inmobiliarias.
La civilización es el peor mal de la humanidad actual en el planeta y es sinónimo de explotación, miseria y enriquecimiento de unos pocos, en contra de las mayorías.

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