Veíamos ayer cómo los impostores se están robando el protagonismo y es en la televisión donde mejor se percibe el asunto. Quien haya podido soportar unos minutos de Laura de tal o la Polo u otros similares, se habrá dando cuenta que son espacios donde lo único que se rebela es la miseria humana; no de los que asisten o hacen el espectáculo sino de quienes los dirigen porque, al final, son quienes se llevan los aplausos, los méritos y el dinerillo gracias a sus prejuicios, a su impertinencia o su falta de valores.
No se trata de los sujetos que, tentados por sus diez minutos de gloria, acuden a esos espectáculos, porque eso son, sino de quienes manejan la trama del conjunto, el negocio de la Tv, el "marketing" y dejan a los verdaderos protagonistas fuera del asunto para erigirse ellos en los nuevos ídolos.
Cuentan que en España, cierto conocido comentarista taurino, esperaba en una fonda, entre tapas y vino, la llegada de los que asistían a las corridas de toros y, una vez, escuchados sus relatos, volaba raudo a la redacción para hacer su trabajo. Quienes, al día siguiente, lo leían no sabían si admirarlo o declararse locos porque no sólo que se trataba de ver cómo aupaba el estilo, la templanza, la técnica, la espada del "chicuelo" sino que sus ojos propios jurarían que no había sido el "chicuelo" sino el "rafaelo" quien estuvo en la arena; pero como lo decía el comentarista, así debió haber sido.
Muchos aficionados también al fútbol se habrán admirado por la presencia en el césped de fulano o zutano que, en boca del relator, estaba haciendo mil maravillas, aunque sus ojos se esforzaban por encontrarlo y no podían. ¿Similitudes, coincidencias?
En la politiquería mundial es donde los protagonistas han dejado de ser los que debieran; ya se trate de la democracia, cuyos demos ya nadie sabe dónde está, sino que organismos internacionales se alzan sobre los programas internos e imponen y ordenan tal o cual cosa, sin importarles ni la suerte del gobierno ni de los gobernados y el caso más patético y específico es del FMI que, con sofismas, impuso la ley del mercado como la varita mágica de la economía, pese a las advertencias en contra del Nobel de la Economía Nash, a quien mantuvieron en las sombras.
Internamente también lo estamos viviendo cuando en las siguientes elecciones tendremos que ir todos a las urnas, sin saber ni tener candidatos, porque no los hay, y los que quieren aparecer como intermediarios entre el pueblo y el sistema, no son más que desesperados de protagonismo que buscan repetirse o alzarse con el santo y la limosna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario