miércoles, 11 de junio de 2014

LOS GRANDES ESPECTÁCULOS

Mañana comienza uno de los grandes espectáculos en la tierra; pero ya no consigue hacer lo que otros alcanzaron: Tapar la miseria del mundo.
Efectivamente, el fútbol, como varios otros deportes, no constituye sino una tapadera de la pésima distribución de la riqueza y de la persistencia de los sistemas de explotación más crueles que se siguen dando: la de lo pobres. Porque pobres son no sólo los que fabrican balones y otros adminículos para el espectáculo sino también los que más siguen a jugadores, técnicos o colores y el documental que se filmara en Haití, por la visita del seleccionado del Brasil a esas tierras, no fue sino la confirmación de cómo los haitianos se olvidaron de sus graves problemas internos, de su pobreza y de su miseria, para vivir unas horas fuera de su realidad.
El Brasil de hoy ha desnudado también las deficiencias de la distribución, la existencia permanente de ricos y marginados que conviven en las mismas ciudades, la deficiente prelación de obras y de gastos y la inseguridad e incertidumbre que la alegría del fútbol no consigue camuflar, por mucho que se diga que es uno de los países con más afición y aficionados al balompié.
Pero no es el único espectáculo destinado a distraer la atención sobre lo que a todos debiera interesarnos: la igualdad. Ahí están también las grandes ligas de baloncesto, las carreras de automóviles y hasta la propias "olimpiadas" que ya es necesario entrecomillarlas.
Lo malo es que también en los países con más problemas de distribución de la riqueza, con más desequilibrio en el ingreso, con mayores deficiencias en los sistemas de salud y educación, se dan estos espectáculos que mueven mucho dinero no únicamente entre los protagonistas sino también entre los "comentaristas" o periodistas del área que, muchas veces, ganan mejor que los otros.
Y si uno quiere oponerse a este sistema de espectáculos que han dejado de ser deportivos o artísticos y no son más que distractivos, corre todo el riesgo de encontrarse con epítetos como troglodita, reaccionario, conservador, anti esto o lo otro; porque la sumisión al consumismo, que no es otra cosa lo que se persigue, está penada con la ignominia pública; mientras se mantiene el sueño de ser fulano o zutano, no por sus méritos naturales en la práctica del deporte o el arte sino por el dinero y la popularidad que cobran.
Pan y circo, decían antiguamente; hoy hay más circo que pan y guay del que diga algo en contra.

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