Hace ya bastante tiempo que el sindicalismo agoniza en muchas partes del mundo y, en algunos casos, se parece más al sindicato del crimen que tuviera auge en Estados Unidos.
Hay varios ejemplos en el ámbito internacional donde, de la noche a la mañana, sus dirigentes aparecieron con fortunas que no supieron ni siquiera excusar, México, Argentina, Bolivia son apenas unos ejemplos que se pueden dar donde el "sindicato" no sólo se ha hecho fuente de corrupción sino de poder; pero poder del sectarismo, de la venalidad.
Los mismos gobiernos del pasado, en lo interno como externo, acudieron a "fondos reservados" u otras argucias para mantener el control de los sindicatos que, así, se hicieron funcionales al oficialismo o la oposición. Se ha dado el caso repetido de sospechas y confirmaciones donde los dirigentes sindicales ganan, sin trabajar, muchos más que sus esforzados o explotados representados sin que la sangre les vaya a la cara.
Antes de 1952, el sindicato era una trinchera gremial que casi nadie apetecía por los riesgos inherentes a su fiel cumplimiento; el destierro, el confinamiento, la cárcel y hasta la muerte, eran las opciones que se ofrecía a los sindicalistas por persistir en su labor de defensa de los intereses de sus representados. Pero vino la "revolución nacional" y el sindicato se convirtió en una veta más de la corrupción que se desató desde entonces; no sólo que se lo usó hasta para vigilar y controlar los campos de concentración, como en Llallagua, sino que se formaron nuevas organizaciones donde se daban la mano contrabandistas y aduaneros, "coimisionistas" y administradores de las empresas públicas.
Hasta las "obras sociales" de varios gobiernos se tiñeron de corrupción pues siempre aparecían dirigentes adjudicándose una o dos viviendas, por ejemplo, dentro de los programas "sociales" que se hacían aparecer como obras benéficas.
Total, el sindicalismo ha perdido casi totalmente su esencia, lo mismo que el cooperativismo, y se ha convertido en una mercancía más que se pone a la venta o la transacción y no otra cosa se demuestra cuando la "gloriosa central obrera boliviana", firma un acuerdo electoral con el oficialismo y, cual veleta, anuncia que también está abierta a las negociaciones con otros candidatos.
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