jueves, 26 de septiembre de 2013

SIN SABER QUÉ HACER

Sin tener idea de la política, los politiqueros, tienen la ocasión servida para sacar sus especulaciones a los medios, controlados o no, con la excusa de la nueva distribución de escaños. Y es tan hipócrita y negativa esa actitud que hasta los autodenominados comités cívicos están participando de la gritería cuando, generalmente, está en contra de los legisladores y de ahí hasta la excusa misma de seguir atormentando el civismo.
Porque si existiese en el país algún proyecto, un plan, una idea de cómo manejar recursos no sólo económicos sino también humanos para perseguir los fines del Estado -no del gobierno- la discusión misma resultaría sobrando porque debería estar en función de la eficiencia; no de la demagogia y la majadería.
¿Qué van a hacer mejor o peor dos o más o menos legisladores por sus respectivas circunscripciones o representados? ¿Hasta ahora cumplen alguna función en pro del bien común? ¿Qué programas tienen los protestantes para invertir los dineros que, supuestamente, pierden o ganan? ¿Qué autonomía es esa sujeta al separatismo o el sectarismo?
En fin, podríamos alargar la lista de interrogantes; pero no es el caso porque los problemas nacionales son más profundos y no están mereciendo la atención ni de los legisladores, los ejecutivos o los irresponsables que administran la justicia. Ergo, todo sigue la tónica del circo o del panem et cercis.
Esto es lo que preocupa al ciudadano en general, que no se deja llevar tanto por la hiel que pueden destilar los medios acomodados a ciertos intereses sino por lo que siente que se deja atrás. Porque con más legisladores o menos, con más presupuesto o menos, los problemas de la integración, de la vertebración, de la salud, de la educación, de la falta de tecnología o la recurrencia en la calidad de exportadores de materia prima o de la ineficiencia de las universidades siguen sin que nadie diga nada.
Y ni qué hablar de la falta de población en nuestras fronteras, del despoblamiento del área rural y la consiguiente desertización de las tierras o la permanente migración hacia los sueños, o las pesadillas, del exterior.
Lo que habría que preguntar, de fondo, a todos quienes protestan o dan por bien hecha la nueva distribución de escaños es: ¿para qué sirve? ¿Cuáles los objetivos que se verían perjudicados o beneficiados con la nueva distribución? ¿Qué intereses representan los que se manifiestan en uno u otro sentido?
Pero como nadie se guía por el sentido común, el "debate" continuará sin trascendencia, sin valor objetivo o subjetivo, sin ser la muestra de nada más que majadería.

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