jueves, 19 de septiembre de 2013

INCIDENTALISMO

Hace varios años cuando a un abogado se le preguntó su especialidad contesto: Soy incidentalista; a lo que el interrogador, más franco y sincero complemento: chicanero.
Y es que la "chicana", es decir el enredo, es parte de la actividad profesional de los abogados, es donde muestran sus mejores galas y las posibilidades de hacer "sonar" al demandado. Esta es la causa estructural de la retardación de justicia, de la ineficiencia de su administración y de la mala reputación que hay sobre jueces, fiscales y abogados en general con pocas excepciones
Como varias veces lo hemos sostenido, al parecer, los alumnos de la Carrera de Derecho salen al revés; porque esta su preparación "incidentalista" hace que estén más dedicados a burlar la ley que a hacerla cumplir y respetar. Y es tan patente que hasta se pudo ver en el último encuentro entre partes que, como informamos, decir que fue a puñetes y patadas sólo es retórica porque, en verdad fue un enredo donde lo que más se afectó fue el mobiliario y las paredes, puertas y ventanas; por eso el bajo número de heridos o contusos que no es de lamentar sino de investigar.
Pero esta práctica de la chicana se ha extendido también a la política; o más bien a la politiquería que nos aqueja especialmente de la mano de los "doctores de la ley" que son los que más han prevalecido en los entornos del poder y del Palacio Quemado desde que los "dos caras" arrebataran la conducción y paternidad de la guerra de la independencia a los guerrilleros y a los verdaderos independentistas.
Por eso es que, en lugar de proponer políticas de gobierno, critican o dicen criticar que tal o cual personaje se haya sonado o no la nariz, diga o no diga lo que dijo o tome, igual que ellos, el rábano por las hojas. Y es tan real que por eso no logra armarse eso que se dice oposición y quiere hacerle competencia al actual partido de gobierno que también empieza a enredarse con lo que dice y hace, en fiel copia y calco de lo mismo que criticaron y les sirvió para hacerse del poder.
Esta misma chicanería se puede percibir, incluso, en el debate, que es sólo una forma de decir, y donde se presenta cierta ideología como salvadora o retrógrada sólo por la sofistería que se emplea para ensalzarla o vituperarla. Pero de cambio real, estructural, revolucionario: Nada.
Es, finalmente, esta chicanería que no ha posibilitado que, hasta ahora, podamos construir la nacionalidad; no únicamente la nuestra sino también la latinoamericana pues en todas partes se cuecen habas.

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