Es increíble como seguimos por las ramas y hacemos cuestión de Estado de ello. Porque no otra cosa significa que, mientras se insiste en la autonomía, la mentalidad de algunos politiqueros, por ignorancia de la historia y de la propia lengua, sea metropolitana.
Porque los que ponen en tela de juicio los resultados del censo, por muy dudosos que sean, sólo están reaccionando así por la asignación presupuestaria o la distribución de legisladores y, por consiguiente, se puede advertir claramente en ellos que tienen la misma mentalidad de quienes, en contra del pensamiento de Bolívar y muchos guerrilleros de la independencia, hicieron nuestras naciones, en lugar de hacer una sola y fuerte. Porque si leemos la historia latinoamericana nos encontramos que así como Montevideo hizo el Uruguay, Buenos Aires la Argentina o Guayaquil el Ecuador, así también quieren hacer nacioncitas, patriucas, los que, dizque, quieren autonomía pero, a la vez, quieren la metropolización de sus ciudades como Santa Cruz. La Paz o El Alto.
Y resulta que nada hay más contrario a la descentralización, a la autonomía, que la metrópoli que es la causante de los desaguisados de nuestras patrias chicas porque no hacen otra cosa que copiar el régimen colonial y, por tanto, olvidarse del campesino, de tierra adentro, que es donde se forja y forjó la patria misma. Y lo curioso es que, a veces, se hace en nombre de los indígenas, los originarios, las etnias, etcétera, dando a entender que no saben de la misa la media.
Si hubiésemos entendido la historia por la libertad y la independencia, no hubiésemos copiado el sistema metropolitano que, paradójicamente, se dio hasta entre los propios campesinos de los llanos venezolanos, aunque por desconocimiento y falta de orientación; pero como el proceso mismo nos fue robado, arrebatado, por los criollos que querían seguir medrando del sistema de explotación colonial, dejamos atrás nuestras aspiraciones de constituir naciones descentralizadas, autónomas, no en el sentido de ser independientes y separadas sino de recoger mejor los sueños de desarrollo y de construcción de la nueva identidad.
Entre los que aparecen todavía como autonomistas; pero que no son sino aspirantes a construir nuevas metrópolis, podemos identificar claramente otros "dos caras", como los que desviaron la independencia boliviana, por ejemplo, hacia sus propios intereses de servir al extranjero.
¿Tenemos que contentarnos con repetir la historia?
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