Una caricatura de El Diario, de Lusbel, nos da pie para comentar algo que se viene dando hace bastante tiempo y que, recurrentemente, sale a la superficie pero no se hace nada efectivo.
Se trata de la curiosa, por decir algo, asociación entre jueces, fiscales, policías y delincuentes que, dinero mediante, pueden continuar en la actividad irregular sin que nadie pueda hacer nada porque se valen de la fuerza y la amenaza.
En la caricatura, ante al juez que pregunta al policía, por qué extorsionaba junto a un abogado, el interrogado responde: para que la extorsión sea legal. Y así se ha hecho durante años porque siempre hay "diligencieros" que, disimuladamente, les pueden indicar a los litigantes a cuánto llega el "aceite" para agilizar o no los trámites en que los envuelven .
Y si los casos más dramáticos se dan en los estrados judiciales o los entornos policiales, no sucede menos en la vida cotidiana donde ciertos abogados actúan como estafadores o extorsionadores sólo porque son eso: abogados; que aunque debiera ser una agravante, es más una amenaza vedada: Apenas hace unos días, por fin, fue a dar con sus huesos en una cárcel de Santa Cruz, un abogado que había estado falsificando cédulas de identidad entre quienes necesitaban ese documento para sus trámites en distintos asuntos; también entre los loteadores y avasalladores de terrenos ajenos se encuentran, muchas veces, abogados que son los que mueven los hilos por detrás. Y si se trata de sobornos para esto o aquello, casi con seguridad, tendrá usted que acudir al abogado que no sabemos si hace de simple intermediario o es el receptor final.
Es tanto el desprestigio de la profesión de abogado que, injustamente, algunos utilizan el título para el insulto y el menosprecio, en detrimento de la dignidad de aquellos buenos profesionales que sí aprendieron Derecho y no, como se dice socarronamente, al revés.
Este problema no es algo tampoco que se va a solucionar con más o menos personal, como es la tendencia ramplona de encarar los graves problemas de formación que tienen su origen en las universidades; porque ya no hay esos viejos catedráticos que hacían honor a la cátedra y que se han reemplazado por "prácticos" ganapanes que enseñan más a burlar la ley que a hacerla respetar y respetarla.
Ni siquiera en los bares o los cafés se puede ya escuchar esos debates entre abogados que conocían de ideología o política; no, ahora se trata de comer un platito para determinar el monto de la "mordida" y, en fin de cuentas, resumir todo en eso que se ha hecho tradición en la ciudad de Sucre, acudir al "garaje", un restaurante; que es donde se arreglan los "autos".
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