Una vez más los medios de comunicación difieren completamente en la información pues mientras unos dicen que el paro de La Paz fue "contundente", otros afirman que fue "parcial"; una cuestión que se repite de acuerdo al cristal con que uno mira y las directrices que recibe.
Pero no es el único caso; ahora que Bolivia, una vez más, terminó en la última posición de la tabla que indica quienes irán al mundial de Brasil, muchos repiten lo mismo que siempre: No tenemos fútbol. Pero es que es casi imposible, en las actuales circunstancias, en tener uno de calidad y competitivo si nos atenemos a la forma en cómo se maneja esa especialidad profesional. Hace décadas que ser dirigente de algún club se ha convertido en un negocio donde no sólo se manejan dineros personales o de grupo, con total displicencia, sino que nadie controla qué se hace y cómo se hace, en un ambiente donde el profesionalismo se maneja como Estados autónomos y libres de cualquier fiscalización, sea de dinero o de la propia disciplina. Es una rama del comercio donde no tienen participación ni los deportistas ni los aficionados y que se controla por medio de camarillas con la complicidad de ciertos "periodistas" que callan cuando les conviene y hacen alharaca cuando quieren y cuando el "respaldo" se maneja comercialmente.
Hay impunidad; es cierto, como también existe dentro de cierto "sindicalismo" que repite acciones delictivas cuando le place, como en el caso del cierre violento de las válvulas del abastecimiento de agua potable a Cochabamba por cuestiones que ni siquiera viene al caso comentar por su ramplonería e ilegalidad.
En otro aspecto, el paro de La Paz, se excusó en una teórica pérdida de ingresos como efectos del censo llevado a cabo; pero lo que no se dice es cuánto de pérdida provoca la manifestación orquestada y qué programas o proyectos dejarían de hacerse si la disminución es real, porque para nadie es un secreto que nuestras burocracias comunales o departamentales se mueven sin planificación ni concierto y existen muchas de ellas que no pueden ejecutar ni lo que ya tienen.
Lo mismo pasa en las universidades que sólo excepcionalmente presentan alguna investigación o resultado que amerite seguir financiándolas tan fácilmente, sin pedir ni exigir lo que se debe solicitar en todo proceso que se precie de científico: una evaluación; con la excusa de la autonomía que se la maneja tan mal que se ha vuelto en sinónimo de feudalización partidista y de la mediocridad.
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