Alguien decía que: "la corrupción del lenguaje precede a la corrupción de la vida". Y no hay duda que el que usamos en diversos pueblos se está corrompiendo. No sólo porque llamamos a la guerra en nombre de la paz o a la persecución: seguridad sino porque hemos perdido la capacidad de servirnos del idioma de manera eficaz, para hacernos entender y no para suponer que se entiende.
Hace unos días en un canal televisivo se daba cuenta que en Santa Cruz se produjo un incendio "forestal" en un lote baldío.¿Acaso un lote baldío no es yermo? ¿De dónde, entonces, el incendio "forestal"?
Pero suponiendo que esas deficiencias se deben a la mala preparación individual o académica; lo que sí hace parar los pelos de punta es lo que escuchamos en una radio cochabambina, de esas que han confundido una chichería de mala muerte con la radio, donde el "dj" preguntaba por fulano a su entrevistado por teléfono y éste, todo Pancho, le informaba que el sujeto estaba armado de su consolador para romperle cierta parte a otro; en un lenguaje, en verdad, irreproducible; pero no sólo eso sino que el "comunicador" insistía en saber más para procurarse una entrevista "sabrosa".
No es primera vez que se escuchan por la fuerza de estas cosas, especialmente en los buses de transporte público, donde la voluntad del conductor está por encima del gusto y la paciencia del pasajero, sino que se ha denunciado también que es a través de estas emisoras que se reunen las pandillas o se citan en determinados lugares para beber y cometer sus fechorías que cada vez aterrorizan más a los vecinos.
Hay pues una innegable corrupción del lenguaje que nos está llevando a corromper la vida misma, así se trate de justificar lo injustificable, como en el caso de Irak, Siria o el Africa, o de las excusas que se suelen presentar por los horrores ortográficos de las redes sociales, tan de moda.
Si queremos hacer algo bueno, podríamos empezar por mejorar el lenguaje.
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