Si uno se dejara llevar simplemente por lo que muestra la televisión, y algunos otros medios, racionalmente tendría que poner en entredicho no sólo su ejecución sino también su definición; porque lo que menos se ve es industria, es decir, arte, elaboración, cambio en la materia prima.
En cambio lo que menudea es el sexismo; o sea, la muestra de piernas, escotes, cinturas y vestidos desde los que sobran en tela como los que escasean en ella y, además, el consumo de alcohol, hábilmente disimulado por espectáculos, "promociones" o fulano o zutano que viene a "prestigiar" la feria por unos miles de dólares que se cargan en los costos que todos pagan. Hay una marcada exacerbación del comercio y olvido penoso de la industria; porque hasta las ruedas de negocios, que es donde se anuncian o preven millonarias sumas de intercambio, no suelen percibirse en el crecimiento industrial del departamento que se trate.
De otro lado, la presencia de conocidas empresas grandes que, más que tecnología o ciencia, traen consumismo es otra de las facetas de las que se da amplia información; se trate de autos, electrodomésticos o instrumentos de comunicación que han dejado de ser específicamente tales y se han convertido en el mejor anzuelo para idiotas que, dizque, quieren estar a la moda de la tecnología; pero que no pasan de su alienación al consumismo.
Si definimos industria como arte y habilidad, no hay duda que estas ferias no son tales sino meros eventos de comercio dentro de espectáculos de artificios en que la gente cae anual constantemente; porque nunca hemos visto que la "rueda de negocios", verbigracia, se extienda al entrenamiento de personal para transferir tecnología o conocimiento. No hay tal.
Pero es más el ruido o las cáscaras que las nueces y la gente feliz de contribuir al sofisma; estar en Santa Cruz, por ejemplo, y no haber ido a la feria es un crimen de lesa humanidad; como perderse lo mismo en Cochabamba o Chasqui Pampa. ¡Qué estulticia no estar en la feria! ¿En la feria de vanidades?
Si hiciésemos un balance de costo-beneficio de la organización de estas ferias industriales (¿?), ¿cuál sería el resultado? ¿No haríamos el ridículo alienándonos al sofisma del progreso? ¿Cuánto invierten las administraciones comunales o estatales en semejante desperdicio?
Y no es que no nos gusten las mujeres bonitas o bien o casi vestidas; no, lo que pasa es que tendrían que estar donde les corresponde y no desviando la atención sobre una feria industrial que ha dejado de ser tal y se ha convertido en simple mercado y anzuelo del consumismo que, algunas veces, criticamos pero seguimos cayendo en él.
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