domingo, 22 de septiembre de 2013

LAS ARISTOCRACIAS

La aristocracia es el gobierno de los mejores; pero hasta los diccionarios han entrado en el sofisma de hacerla aparecer como la administración de los nobles por descendencia, de esas oligarquías o plutocracias que se han mantenido en el poder, gracias a las mediocracias o gobierno de los mediocres.
Por eso es que la política ha descendido a ser simple politiquería y por eso también las universidades nuestras están en deuda con los pueblos; porque no han podido crear esas aristocracias de las ciencias, las artes o la sabiduría y se han convertido en simples fábricas de papel mojado donde se aspira al cartón, no al conocimiento, al título no al servicio, al cientificismo no a la ciencia. Y también dentro de ese manejo mediocre de nuestras "superiores casas de estudio" hay que pedirles cuentas a las ideologías que han hecho su cuartel en ellas: el marxismo y sus variantes; porque son ellos los mediocres que han impedido que se crearan estas aristocracias universitarias que hicieran no únicamente la identidad sino que dieran rienda suelta a la creatividad o la capacidad de adaptar la ciencia y la tecnología a nuestras necesidades y aspiraciones y no contentarse con la simple adopción de usos y costumbres sin beneficio de inventario.
En contra de las aristocracias, de nuestros pueblos, hasta ahora se han mantenido en los entornos del poder los mediocres, los leguleyos, los "huayralevas", al decir de Medinaceli. Y a ellos, más que a la presión o la estrategia de las potencias, debemos nuestro subdesarrollo, marginalidad o parálisis económica, industrial o, lo que es peor, mental.
Son excepciones los gobernantes que, munidos de capacidad intelectual y moral, intentaron hacer algo por la patria y, lógicamente, fueron defenestrados por militares, oligarquías o envidiosos; son más, especialmente en los últimos tiempos, los que prefirieron, como alguien decía, bajarse los pantalones y cobrar por ello en corrupción e impunidad y que, incluso, repitieron su estancia en el Palacio Quemado.
La misma democracia de mercado que todavía nos atormenta y sigue haciendo presencia en los sectarios, en los "autonomistas" o, finalmente, los majaderos que se dicen de oposición o del oficialismo, está repleta de mediocridad. Y no es discriminación contra fulano o zutano sino la constatación de una realidad que parece no tener salida, mientras la mediocridad se atiza por doquier; desde la politiquería hasta los diplomados, las maestrías y toda esa moda sofística en que se desenvuelve la universidad actual.
Sólo cuando adoptemos seriamente las aristocracias a las mediocracias y sabiendo por qué y lo que son, habremos dado un paso importante hacia el porvenir.

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