Desde hace décadas, gobernantes que no pueden mascar chicle y caminar al mismo tiempo, no han dejado de aplicar una consecuencia de la llamada doctrina Monroe; que expresa que así como América es para los norteamericanos, la América Latina es su patio trasero.
Y así han actuado especialmente después de la mal llamada segunda guerra mundial, polarizando a nuestros gobernantes en dos posiciones supuestamente antagónicas aunque igualmente serviles: proyankis o prosoviéticos; del occidente o del oriente, capitalistas o comunistas; que no ha hecho otra cosa que distraer nuestras propias necesidades y aspiraciones.
Porque los gobiernos dependientes, ya sea de la embajada norteamericana o de la soviética, no hicieron más que llevar las aguas a su molino; pero sin ninguna trascendencia para sus pueblos que, igual, transcurrían entre gobiernos tiránicos o seudodemocráticos donde la vigencia de la "democracia del cero" o el "centralismo democrático" reprimía lo mismo el derecho a la libertad y al crecimiento. Y no fue tampoco ninguna paradoja que mientras se servía a este se rendía pleitesía al otro o al revés.
Lo de patio trasero tiene muchas connotaciones que van más allá del simple colonialismo encubierto y, tal vez, podamos desarrollar en otra ocasión; pero, al momento, no hay duda que se hace patente algo que hemos estado diciendo varias veces: es más peligroso un imperio en decadencia que en expansión y es esto lo que está ocurriendo con Estados Unidos que así como nos puede llevar a una conflagración nuclear que acabe con la mayor parte del planeta, así también puede arrastrar a nuestras naciones a enfrentamiento fratricidas y conspiraciones de todo tipo.
No hay duda que sólo la prudencia puede hacer algo y, en este caso, tal vez sea conveniente el congelamiento de nuestras relaciones con el imperio agonizante.
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