La muerte es un acto que no se puede evitar si a uno le llega la hora, como dice el vulgo. Pero no hay duda que hay mucha diferencia entre los muertos, no sólo por los nombres sino también por sus entornos o compromisos.
Se fue la "dama de hierro", Margareth Thatcher, que fue la principal impulsora del neoliberalismo en el mundo y que no se arredraba ante sus consecuencias entre los más desprotegidos; aunque hacía rato que había abandonado la vida misma, sufría de demencia senil, con seguridad que se multiplicarán los homenajes.
Pero también se ha ido, Sara Montiel, la cantante y actriz española de larga trayectoria y que, como ella misma decía, continuaba "cachonda" y tuvo interesantes películas con estrellas del cine norteamericano e intentó casarse nuevamente hace poco tiempo aunque, al parecer, fue víctima simplemente de una trama de despojo de su patrimonio.
Al otro lado del espectro; ha muerto de frío y duermiendo en la calle, un joven periodista inglés que trató no sólo de hacer un reportaje sobre los sin techo sino que vivió junto a ellos para hacer conocer el drama o la tragedia de los pésimos manejos de la economía en el mundo y, con seguridad, será enterrado casi anónimamente y sin haber completado su trabajo.
Así es la muerte y así son los muertos.
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