Desde tiempos inmemoriales se conoce al Lago Titikaka como el Lago Sagrado, pues no sólo es el lugar donde se inició una etapa del desarrollo de la humanidad en el mundo sino que quienes conocen su posición, su fuerza, su magnetismo, aseguran que es el centro energético de la tierra. Más todavía cuando los lamas tibetanos han advertido que este núcleo, que se encontraba en sus montañas, ha migrado desde principios de la década a las aguas lacustres que bañan la bahía de Copacabana.
Resulta curioso, por no decir estúpido, que sean precisamente quienes residen en su área de influencia que aparezcan ahora como promotores de la construcción de tres puentes que no sólo son onerosos financieramente o podrían provocar daños ambientales sino que pueden tener efectos sumamente negativos en cuanto al turismo que busca estos centros espirituales o en cuanto al valor esotérico que se le atribuye en el cambio de mentalidad del hombre y en la consolidación de eso que, en determinado momento, se conoció como la conspiración de acuario y que no es más que la plasmación de una nueva realidad, de un hombre renovado, de un planeta diferente al actual.
¿Qué mueve a ciertas personas para semejante estulticia? Sólo la demagogia y la ignorancia. Habría que preguntar a los mallkus, a los verdaderos y no a los farsantes, sobre este propósito y con seguridad que la condena sería unánime; como debe ser de parte de todos los bolivianos y hombres del mundo, porque lo que nos hace más universales es, precisamente, el tener en nuestro territorio el centro energético del mundo.
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