Independientemente de los resultados en Venezuela; si hay algo que extraer como experiencia es que el mundo todavía rueda en torno a caudillismos o caciquismos. El castrismo, el chavismo, el pinochetismo, no son diferentes del degaullismo, el churchulismo o el roosevelismo de otras épocas que no han logrado transformarse en ideología y han decaído en el simple clientelismo, por no decir cosas mayores.
Pero el mundo ya no está para caudillismos eventuales y busca, hasta con desesperación, una ideología, un norte, un esperanza. Porque los anteriores paradigmas no sólo han fracasado sino que siguen fracasando; se trate del liberalismo o el marxismo que, al final, han demostrado ser lo mismo y con el mismo objetivo: el comercio.
De los caudillos, a veces, no quedan si los monumentos y, otras, hasta sus recuerdos son sometidos a inventario y escrutinio y por ahí suele saltar la liebre más de los males que de los beneficios. Por lo demás, cuando no hay las ideas, la fuerza ideológica para defender al caudillo, todo se hace tan anecdótico que se desvirtúa con pajaritos o historiadores "comprometidos" que dejan más dudas que certezas.
En lugar del fulanismo, lo que la humanidad quiere es un horizonte en donde las armas o el dinero no sean monopolio de nadie y, peor todavía, para someter a otros; que la paz no se caracterice por una simple ausencia de guerra sino por la fraternidad; que los objetivos políticos no ser fijen en eventuales generaciones sino en el porvenir del planeta.
Y todo esto sólo es posible si somos capaces de formular ideas y, por tanto, ideología, y no conformarnos con subir a nuestros hombros a sujetos tan mortales e imperfectos como cualquier ser humano desatendido y abandonado.
Mientras haya caudillismo la propia humanidad sigue en deuda.
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