Hace ya décadas que entre los latinoamericanos la cuestión parece reducirse a una alternativa: Con EEUU o sin EEUU.
Si revisamos la historia contemporánea podemos ver que Castro se hizo prosoviético porque no encontró lo que quería al otro lado y, lo peor, tuvo que soportar el embargo de sus primeras cosechas de caña, de su propio aliado norteamericano; luego en Nicaragua, los sandinistas casi hicieron lo mismo aunque tenían las cosas más claras: no querían que siga interviniendo los Estados Unidos en sus vidas, que no hacía otra cosa que acusarlos de comunistas porque no le rendían pleitesía. En Bolivia se dio la enorme curiosidad de ver una "revolución nacional" en manos de movimientistas y comunistas, con el apoyo de EEUU, que ahogaban toda protesta en sangre y persecución y que, el "libertador económico" no tenía empacho en usar amenazando a la Embajada de dejar que los comunistas se hagan cargo de todo sino seguían subvencionando la farsa. En el Perú, cuando los soviéticos llegaron a apoyar a Velasco Alvarado, también sucedió algo que muy pocos conocen; el presidente aceptó los "regalos" de tanques y aviones pero se negó a que quedaran "asesores" militares porque si bien morirían algunos peruanos, ellos iban a aprender a manejar lo cedido sin ayuda.
Hoy las cosas no han cambiado y hasta se han exacerbado entre la ciudadanía en general; por eso es que las posiciones son cada vez más radicales: Preferimos estar sin Estados Unidos que volver a los tiempos coloniales, ser simple "patio trasero" o, como decía Roosevelt, estar a la altura de las bestias. Pero los que no pueden mascar chicle y caminar al mismo tiempo, no pueden entenderlo; no es que no quieran.
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