Hace ya bastante tiempo, antes incluso de la guerra de Las Malvinas, que la Organización de Estados Americanos, viene confrontando una serie de críticas porque casi nunca ha respondido, efectivamente, a los intereses para los que fue creada y, por el contrario, se hizo un apéndice más de la política colonial de Estados Unidos; quiérase o no.
Ahora, nuevamente han saltado varias personas renovando sus críticas y pidiendo que, cuando menos, ese organismo pase por una revisión, reestructuración o sustitución porque ha perdido toda credibilidad, es ineficiente y tiene abundantes sospechas. Y no es que lo diga fulano o zutano sino que, como dijimos, hace tiempo que la frustración al sur del río Bravo es indesmentible.
Esta misma necesidad de hacer algo ha producido la organización y creación de otros organismos regionales como UNASUR, ALBA, MERCOSUR y otros y no, necesariamente, por algún sectarismo o interés de unos cuantos para imponer, a su vez, su ideología, que para algunas cosas ya estamos vacunados.
Pero no deja de ser una necesidad una revolución en la OEA o su sustitución inmediata porque mientras siga en el escenario continuará recordándonos que la política del Departamento de Estado para con las naciones latinoamericanas no es, de ninguna manera, para la integración o la fraternidad sino para el servilismo, para seguir siendo el patio trasero de un imperio en decadencia.
Lo malo es que algunos "comunicadores sociales" que han irrumpido en el periodismo como Pedro por su casa, con muy pocas excepciones, meten las de andar en cuanto abren la boca y se prestan a la manipulación o la sofisticación.
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