En Europa son ya varios los casos donde personalidades gubernamentales u otras se han visto obligadas a demostrar la veracidad de su "curriculum vitae" o han tenido que desmentir tal o cual grado que habían puesto o, incluso, han sido acusados de plagio.
Las cosas no son muy diferentes en la América Latina y, en Bolivia, peor todavía. No sólo hemos visto cómo en anteriores semanas los alumnos de cierta escuela han salido a las calles para exigir que su institución se convirtiera en "facultad" y, en lugar de técnicos, se les diera el título de ingenieros sino también que en reiteradas oportunidades han hecho lo mismo los estudiantes de las "normales" para obtener título equivalentes a los que la universidad otorga.
En realidad, las universidades, de fábricas de profesionales, han pasado a ser fábricas de "cartones" porque así como unas ofrecen licenciaturas de un año o diplomados de fin de semana, otras ofrecen una variedad de maestrías o doctorados cuya única diferencia es el precio y que, curricular o académicamente, no pasarían de simples cursitos en otras partes.
Con toda razón, cuando disfrutábamos de un encuentro de ex alumnos del colegio Bolívar de Oruro, y habiendo aparecido el "alharaco" que no perdía oportunidad de hablar de su diplomado en esto o su maestría en lo otro, se vio sorprendido por un socarrón que, cuando hablaba de apuntar ahora a "em di" o "pi eich", le espetó: "¿eso es para las almorranas, no?" Y se acabó el sapo.
Por esto no olvidamos lo que se decía a principios del siglo XVI :"la ignorancia se está titulando" o la socarronería también de alguien que convirtió el "curriculum vitae" en "ridiculum viditay".
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