La "política" ha servido mucho para que se mantenga el sistema de dependencia-corrupción e impunidad que se impusiera en el país desde 1952; porque los grandes y pequeños delincuentes que han asolado la economía boliviana siempre se han defendido diciendo que las acusaciones eran "políticas" y alguna gente les cree o hacen eco de la distorsión para seguir medrando, también ellos, del sistema.
Es lo que ocurre actualmente con algunos "refugiados" en Estados Unidos o el Paraguay que reclaman esa condición pero que, en los hechos, no son más que perseguidos de la justicia por delitos cometidos en el ejercicio del poder. Y es que aunque ciertos medios de comunicación hagan eco del sofisma de la "política", todavía nuestras ciudades y pueblos son pequeños y, como dice la gente, nos conocemos y sabemos de dónde puede provenir la "herencia" o la "lotería" de ciertos funcionarios que nunca trabajaron y aparecen teniendo millones dentro y fuera del país.
Por lo demás, es cierto que el perseguir a los delincuentes debe ser política del Estado; algo que casi nunca se ha cumplido porque el denominado Poder Judicial se ha manejado como un simple anexo de la politiquería y sus miembros, con algunas excepciones, debían pagar tributo con su complicidad y silencio en el asalto al Erario Nacional. Hay pues una doble visión en el asunto, pues mientras los politiqueros ven un peligro en la política; los gobernados vemos como una esperanza el recuperar esa ciencia y arte de gobernar para el bien común.
Si la política está persiguiendo a los politiqueros, la democracia puede fortalecer más allá del sistema de mercado que ahora la ahoga y hace excesivamente relativa y dirigida.
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