A muchas personas le da lástima ver cómo algunas otras andan como autómatas mientras están conectados o esclavizados a unos auriculares o un celular. En la Argentina, muchos han muerto atropellados "hablando" por sus teléfonos móviles de juguete; también en Bolivia es hasta chistoso enterarse, por ejemplo, que los ahorros de toda una vida están en un libro en el ropero, que es lo que se oye cuando los "enchufados" hablan a voz en cuello en las movilidades públicas o las calles.
De otro lado, se ha hecho una suerte de exigencia ineludible que cualquier comercio que se precie debe tener un aparato de sonido que no sólo contamina el ambiente sino que deprime el cerebro, tal y como se ha demostrado en una universidad germana; aparte, lógicamente, de aumentar el número de sordos por deterioro del nervio auditivo.
Ya se trate de un telefóno celular, de MP3, de una simple radio a transistores o un computador portátil que cada vez disminuye de tamaño y peso, el caso es que aumentan los idiotizados que, incluso, se han convertido en un riesgo evidente para el ciudadano de a pie; porque sujetos que no pueden mascar chicle y caminar al mismo tiempo, andan haciendo malabres para conducir sus movilidades y manejar su celular.
Contrariamente a lo que se predica la tecnología está más bien idiotizando que poniendo la ciencia al alcance de todos cuantos quieran mejorar sus conocimientos y ser menos esclavos y libres, que es precisamente lo que buscan pero no encuentran.
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