Desde el Congreso Anfictiónico patrocinado por Bolívar, la América Latina viene buscando la integración; mientras que fuerzas subterráneas buscan lo contrario. Y las pruebas más contundentes están no sólo en el intento del Mariscal de Zepita, por ejemplo, o la Gran Colombia, que sucumbieron ante la conspiración siniestra de algunas logias, sino también en la intromisión de ingleses, norteamericanos o lo que fuere en los gobiernos nacionales y que fungen de asesores, cuando lo correcto sería llamarlos satinadores o saboteadores.
Lo cierto es que no encontramos la unidad a nivel regional y lo mismo, sospechosamente, ocurre en otras latitudes como Europa, donde el proceso unionista creado por medio de la integración del Mercado Europeo, está cada vez más amenazado en su parte simbólica, como es el Euro.
Las tendencias desintegradoras, separatistas, están pues de moda; ya se trate del amago de la sofística Nación Camba, en el caso de Bolivia, o de la inseguridad e incertidumbre económica que se da en Portugal, Alemania u otras naciones.
Y es que nunca le hemos dedicado suficiente tiempo a la investigación de la conspiración, a la subversión y nos hemos dejado llevar por maquinaciones materialistas generadas en el más soez materialismo y la más absoluta egolatría de unos cuantos. Si bien puede no ser cierto lo del gobierno mundial encubierto, es verdad que existe un manto de conspiración entre los habitantes, pasajeros o tripulantes de la nave llamada tierra, para que no nos unamos y luchemos por la evolución real del ser.
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